jueves, 30 de septiembre de 2010

COLONIA: RELIGIÓN, EDUCACIÓN Y CULTURA

Una profunda fe en Dios, en la Virgen María y en la corte celestial alumbró el mundo espiritual del conquistador y del criollo. La inspiración espiritual reposaba también en una acentuada fidelidad al magisterio de la Iglesia. La estrecha unión con el Estado confundió los fines de ambos que aparecieron, por así decirlo, actuando en un solo sentido. Esta comunión provenía desde tiempos remotos, cuando la religión había hecho posible la unificación de España.
Ignacio de Loyola.
Fueron en su mayor parte teólogos españoles los que fijaron en el Concilio de Trento la nueva disciplina y organización de la Iglesia y la fundación de la Compañía de Jesús por el vasco Ignacio de Loyola. Había una nueva cruzada y España mantuvo un fervor místico que aparecía totalmente decaído en el resto de Europa.
La teología fue el cauce inspirador de las grandes decisiones y el gobierno, las leyes y en alguna forma la economía, debieron amoldarse a sus dictámenes.
La Iglesia como institución tuvo una importancia capital en el mundo colonial, compartió directa o indirectamente con las autoridades civiles las responsabilidades de gobierno. La Iglesia estuvo vinculada al Papado y a la monarquía. Los reyes en su calidad de católicos amparaban y apoyaban a la Iglesia, a la vez que tenían algunos derechos sobre ella. Es lo que se ha denominado Derecho de Patronato.
Conforme a este sistema, los reyes proponían a Roma a los eclesiásticos que debían ocupar los altos cargos. Obispos, canónicos, etc. Sólo el Rey podía autorizar la construcción de iglesias, capillas, conventos. A su vez, proporcionaba los fondos para todos los gastos, cobrando por su cuenta el derecho del Diezmo.
La acción de la Iglesia
Debido a la Guerra de Arauco, en Chile la dominación española se afianzó sólo en territorios ubicados al norte del río Biobío. Fue allí donde se desarrolló la vida colonial y se consolidaron los diferentes grupos sociales, los cuales tienen modos y conductas de vida propios. Estos grupos se diferencian por su origen, o bien, por los medios económicos de que disponen. Esta actividad en su conjunto forma la sociedad colonial.
En la época colonial cohabitaban distintos grupos raciales que ocupaban un lugar en la sociedad, relacionados con los derechos y actividades que ejercían. (Ver Clases sociales en la Colonia).
¿Indígenas creyentes?
En el plano religioso, en el Chile colonial la base de la organización eclesiástica eran los obispados de Santiago y Concepción. Desde tempranos años se contó con diversas órdenes religiosas: la Merced, San Francisco y la Compañía de Jesús. Una de las principales tareas de la Iglesia fue la conversión de los indios.
Desde el comienzo de la Conquista, la misión evangelizadora quedó en manos de los religiosos. El predicador iba con los ejércitos y el indígena apenas podía distinguirlo del conquistador, que diciéndose también apóstol del cristianismo, quería con el velo de la fe cubrir sus ambiciones, avaricias y crueldad. Para el misionero no resultaba fácil predicar sobre la caridad y la mansedumbre en medio del humo de la pólvora y de las espadas.
¿Cómo podían entender los indígenas la divina bondad de Dios mientras eran esclavizados por los encomenderos y los soldados los aplastaban bajo los cascos de sus caballos?
¿Cómo podían identificar los indígenas al sacerdote que les enseñaba el cristianismo y al soldado que les arrebataba sus bienes y su libertad? Muchas veces confundía a los dos en un mismo odio y en una misma maldición.
La situación del indígena provocó serios conflictos entre la Iglesia y las autoridades. El jesuita Luis de Valdivia tomó como una empresa personal la protección de los indígenas contra los abusos de soldados y encomenderos. Los primeros seis jesuitas del grupo de Luis de Valdivia dieron el ejemplo y su acción evangelizadora costó la vida de los primeros mártires.
La Compañía de Jesús
De las órdenes religiosas, la Compañía de Jesús logró, en el siglo XVII, el desarrollo más espectacular y el mayor influjo sobre las autoridades y los pobladores. Para desarrollar su acción religiosa y cultural la Compañía contó con sus propios recursos económicos sobre la base de cuantiosas donaciones que le permitieron acumular una gran riqueza. Según su visión del mundo, "la tierra es un don dado por Dios a los hombres y es un deber cristiano hacerla fructificar con el trabajo".

"La tierra, un don de Dios"(ampliar imagen)
Tuvieron los jesuitas alrededor de cincuenta haciendas, ganado, siembras, viñas, numerosas industrias: molinos, curtiembres, bodegas elaboradoras de vino, fábrica de cal (La Calera), astilleros (en el Maule), alfarerías; y aun mantenían un comercio de exportación al Perú (sebo, charqui, vinos y aguardientes). Disponían de carnicerías y de las únicas boticas del país. Disponían de unos 1.300 esclavos negros en sus haciendas. Sin duda, los jesuitas pasaron a ser en este siglo la primera potencia económica de Chile.
En el año 1600, por escritura pública, otorgaron los jesuitas lo que podría llamarse el primer "contrato de trabajo" chileno, donde se comprometían a respetar condiciones mínimas de remuneración para sus propios indios de servicios. Ellas incluían el salario familiar, la jubilación por edad (cincuenta años), una pensión a la viuda en caso de fallecimiento del indígena, una jornada laboral limitada, auxilio médico, enseñanza gratuita, etc.
Naturalmente, estas últimas medidas no parecían muy compatibles con el hecho de poseer los jesuitas una notable cantidad de esclavos negros, pero esta contradicción moral era común en la época.
Con igual intensidad y energía se dedicaron al servicio religioso, al culto, a la confesión y a la enseñanza.
Hacia 1650, medio siglo después de su llegada, casi la mitad de los casi 114 miembros de la orden eran personas nacidas y educadas en Chile, por lo tanto llevaron apellidos criollos como: Fuenzalida, Gómez, Molina, etc. La influencia de los jesuitas penetró en todos los sectores sociales, desde los esclavos negros hasta la aristocracia.

Sede de la Compañía en Lima(ampliar imagen)
Su expulsión
En 1767, el Rey de España Carlos III decretó su expulsión de todos los dominios coloniales españoles. El decreto no daba razones para justificar una acción tan grave, sólo aludía vagamente a causas "urgentes, justas y necesarias que reservo en mi real ánimo". Su orden se cumplió en Chile con rapidez, exactitud y sigilo, en medio de la expectación, tristeza y el descontento de la población.
La educación
En Chile fueron los Cabildos y órdenes religiosas los que abrieron los primeros establecimientos de instrucción primaria. En ellos se enseñó a leer y a escribir, más algunos rudimentos de aritmética y catecismo.
Los sacerdotes eran las personas más cultas de la época; por eso, la enseñanza tuvo una sólida base religiosa. Ellos impartían la enseñanza, destinada a los niños de las familias adineradas. Se destacan también en este periodo en la educación las órdenes de los mercedarios y franciscanos quienes formaron escuelas en Concepción, Osorno, la Imperial y Valdivia.
El primer colegio fundado en el país es el Seminario de La Imperial, en 1568. La primera escuela de la gramática se funda en 1591 en el convento de Santo Domingo, posteriormente en 1596 los Jesuitas abren otra escuela de gramática.
Los Jesuitas y Dominicos siguieron impartiendo grados académicos y los colegios jesuitas recibieron el mayor caudal de alumnos.
Los Jesuitas fundaron un internado para jóvenes aristócratas: el Convictorio de San Francisco Javier. Allí hizo sus primeros estudios Alonso de Ovalle y también el abate don Juan Ignacio Molina. Tras la expulsión de esa orden religiosa del país, en 1767, el internado, mantenido por el Estado, se transformó en el Convictorio Carolino.
Las escuelas de gramática de los dominicos y jesuitas seguían a las escuelas primarias. Gozaban éstas de una categoría más elevada. Sus programas se centraban en el estudio de la gramática, filosofía, retórica y latín, que habilitaba para los estudios superiores.
Cada orden religiosa mantuvo estudios para la formación de los sacerdotes y se crearon los seminarios de Santiago y de Concepción.

Padre Las Casas, un defensor(ampliar imagen)
Universidades Pontificias
Hay constancia de que en el siglo XVII funcionaron en Chile tres centros de enseñanza superior, con categoría de universidades pontificias, que tenían un carácter eminentemente eclesiástico. El Colegio Máximo San Miguel de los jesuitas y la Universidad de Santo Tomás de Aquino de los dominicos, ambas en Santiago; mientras que en Concepción funcionó durante 43 años la Universidad Pencopolitana dirigida por los jesuitas. Ofrecían grados de filosofía y teología como preparación para el sacerdocio.
Estas Universidades Pontificias constituían para el sacerdote y el laico el mayor timbre de honor que se pudieron dar.
Descuidaban casi totalmente el conocimiento de la naturaleza física, de la que sólo se preocupaban si pudiera relacionarse con teología.
Alonso de Ovalle.
Consideraba al magister como conocimiento esencialmente religioso, en el sentido de que la iglesia era el poder docente.
Gracias a las gestiones del Cabildo de Santiago, se obtuvo la autorización del Rey Felipe IV para la fundación de la Universidad de San Felipe (1758) que podía otorgar los grados de bachiller y doctor. Esta se inauguro con la autorización de la Universidad de San Marcos (Lima), esta Universidad imprimió en Chile una tónica de cultura, elegancia y beneficio al clero y a la sociedad Chilena ya que no necesitaba viajar a Lima para obtener los títulos académicos.
Hacia fines de la Colonia se fundó la Academia de San Luis, donde se enseñaba matemática, geometría, química y dibujo, etc. Tuvo el mérito de ser el primer Instituto de Enseñanza Técnica de América.

Escuelas de Indígenas
Debido a la necesidad de convertir a los indios a la fe católica, se abrió en Penco un curso de lengua araucana, pero no duró por la escasez de alumnos.
También se mandó a hacer una escuela donde los indios aprendiesen castellano, tal fue el Colegio de Naturales de Chillán (1697).
Cultura
Cuando hablamos de cultura colonial nos referimos a lo que se relaciona principalmente con las obras literarias, expresiones artísticas, costumbres, ritos y fiestas que se realizaron en la época colonial, los cuales permiten otorgar identidad a un pueblo. (Ver Arquitectura colonial, Ver Música colonial, Ver Pintura colonial, Ver Escultura colonial).
En la época colonial se escribieron muchas crónicas, que eran relatos que buscaban dejar el recuerdo de los hechos y los acontecimientos más importantes. Entre las más destacadas se cuentan "El cautiverio feliz", de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñan, que nos relata pormenores de la vida de los araucanos. El padre Alonso de Ovalle en su "Histórica Relación del Reino de Chile" nos describe con gran cariño las ciudades y costumbres de la Colonia.


LA EDUCACIÓN COLONIAL

Describir el sistema educativo colonial no es una tarea fácil, desde la educación elemental hasta la superior había características muy diversas que poco o nada tienen que ver con el sistema actual de enseñanza.
Durante la colonia, muchas órdenes religiosas, entre ellas dominicos y jesuitas hicieron aportes muy valiosos al sistema educativo de la época.

1. ESTRUCTURA DE LOS ESTUDIOS
Los estudios se dividían en: Primeras letras, estudios menores y estudios mayores. La división entre estas etapas era flexible y dependía mayormente de la habilidad del estudiante. No existía una correspondencia clara entre la edad del estudiante y su nivel de aprendizaje. Las primeras letras consistían en la enseñanza del castellano y las operaciones básicas de la aritmética, estos estudios podían realizarse con un tutor particular o en alguna escuela conventual, al concluir esta etapa podían iniciarse los estudios menores que se centraban en el aprendizaje del latín, en aquella época el latín era el lenguaje universal del conocimiento, lo que hoy en día sucede con el inglés. Para la enseñanza del latín el texto más usado fue la Gramática Latina de Nebrija, los estudiantes además debían leer a Cicerón, Horacio, Virgilio, etc. Respecto a los estudios mayores hablaremos en el capítulo siguiente.

2. LOS ESTUDIOS MAYORES EN LA COLONIA
Al hablar de este tipo de estudios distinguimos dos tipos de instituciones: universidades y colegios reales (llamados también colegios mayores).
Para una mejor comprensión estableceremos la siguiente diferencia:
· En los colegios reales, cuyos estudiantes generalmente vivían internos, se impartían los mismos cursos que se dictaban en la Universidad de San Marcos, luego si querían obtener el grado académico correspondiente (bachiller, maestro, doctor) debían rendir los exámenes en San Marcos. Entre los colegios reales más famosos en la ciudad de Lima podemos mencionar:
· Colegio Real de San Martín1: Fundado durante el gobierno del Virrey Martín de Enríquez, iniciando sus actividades el 11 de Agosto de 1582. Fue el colegio más importante de su época, abierto para la aristocracia limeña. Fue clausurado al ser expulsados los jesuitas en 1767. De manera similar en la ciudad del Cuzco los jesuitas Fue el colegio más importante de su época, abierto para la aristocracia limeña. Fue clausurado crearon el Colegio Real de San Bernardo para la aristocracia criolla del Cuzco.
· Colegio Real de San Felipe y San Marcos2: Fundado durante el gobierno del Virrey García Hurtado de Mendoza el 28 de Junio de 1592. Era un colegio abierto a los hijos de los hidalgos españoles que hubieran muerto en servicio a la corona. El rector de San Marcos era a la vez director de este colegio.
· Colegio Real “El Príncipe”: A diferencia de los dos colegios mencionados anteriormente, este colegio era para los hijos de los caciques (indios nobles). Fue fundado por el Virrey Príncipe de Esquilache. Sus constituciones fueron aprobadas el 16 de Septiembre de 1620 y el 29 de Marzo de 1621. Regentado por los jesuitas se extingue al ser expulsados en 1767, de manera similar en el Cuzco regentaban el Colegio Real San Francisco de Borja3.
· La fundación de universidades durante la colonia era un tema delicado por los acuerdos establecidos entre la corona española y el vaticano (patronato real4). Las primeras universidades de la colonia fueron fundadas en aquellos lugares que la corona considerara centros claves para el gobierno de su extenso imperio. En ellas formarían a las futuras elites que ocuparían los cargos más importantes de las llamadas “Indias”. Entre las instituciones más importantes podemos mencionar:
·
Real y Pontificia Universidad de San Marcos. Decana de América:
Fundada por Real Cédula del 12 de Mayo de 1551 siendo monarca Carlos V6. La primera universidad fundada en el nuevo mundo con la autorización del monarca español, gracias a las gestiones realizadas por Fray Tomás de San Martín7 y el Capitán Jerónimo de Aliaga. Inició sus actividades el 2 de Enero de 1553 en la Sala Capitular del Convento de Santo Domingo. Fueron sus facultades originales: Teología, Derecho Civil, Derecho Canónico, Artes y Medicina. En su trayectoria de más de cuatro siglos ha sido el foco de los más importantes intelectuales del país y del continente. Además San Marcos fue el modelo a seguir por la mayoría de universidades fundadas posteriormente.

Real y Pontificia Universidad de San Pablo (México).
Fundada por Real Cédula dada en Toro el 20 de Septiembre de 1551. Se extingue en el siglo XIX. Su sucesora histórica es la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México.

Real y Pontificia Universidad de San Ignacio de Loyola(Cuzco).
Fundada mediante Real Cédula en 1622. Se extingue al ser expulsados los jesuitas.

Real y Pontificia Universidad San Francisco Xavier de Sucre.
Fundada con Real Cédula dada en Monzón el 11 de Julio de 1552. Fue recién en el años de 1624 que la orden jesuita inicia las actividades de la misma. Actualmente se encuentra en funcionamiento. En la época colonial llego a ser uno de los centros académicos más importantes del continente.



BIBLIOGRAFÍA
1. EGUIGUREN LUIS. LA UNIVERSIDAD EN EL SIGLO XVI.
1951.
2. VALCARCEL DANIEL. HISTORIA DE LA UNIVERSIDAD DE SAN MARCOS. ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA. CARACAS. 1981.
3.ALAPERRINE-BOUYER MONIQUE. LA EDUCACIÓN DE LAS
ELITES INDÍGENAS EN EL PERU COLONIAL.IEP. 2007.
AUTOR: ANDRES GERVASI8









EDUCACIÓN DE LA MUJER DURANTE LA ÉPOCA COLONIAL
Algunos escritores humanistas del siglo XVI, como Juan Luis Vives y fray Luis de León propusieron darle a la mujer un nivel de educación más amplio que el aceptado en su época

Educación de la mujer durante la época colonial
La tradición medieval española estimaba importante la instrucción de las mujeres —casi nunca se especificaba, pero en la práctica ésta se refería únicamente a las de clase alta—, pues se reconocía que ellas ejercían una influencia definitiva sobre sus maridos y sus hijos. Algunos escritores humanistas del siglo XVI, como Juan Luis Vives y fray Luis de León, muy leídos en Europa y en las colonias españolas en América, propusieron darle a la mujer un nivel de educación más amplio que el aceptado en su época: eran partidarios de enseñarle a leer, a dominar labores manuales, a preparar apetitosos platos y a tocar algún instrumento musical; y de que también aprendiera la doctrina cristiana y practicara las virtudes marianas de castidad, obediencia, laboriosidad y piedad. La idea de que se debían educar todas las mujeres, independientemente de su posición social, no surgió hasta fines del periodo colonial y fue uno de los cambios más importantes en la actitud de la sociedad frente al sexo femenino.En la Nueva Granada, entre las mujeres, como entre sus congéneres de la península y de las demás colonias españolas, se fomentaba la devoción; algunas hicieron votos perpetuos de castidad y obediencia en los conventos. Pero estos sitios, aunque no fueron tan numerosos e importantes como en Nueva España o en Perú, y es poco lo que se conoce de ellos, parece que experimentaron cierta decadencia durante el siglo XVII, y dieron escasa instrucción a las monjas. Sin embargo, a pesar de las carencias, fue en los conventos donde la educación femenina logró sus más importantes avances durante la colonia, pues las religiosas debían aprender a leer para poder rezar el Divino Oficio. Hasta fines del siglo XVIII, el propósito de dichas comunidades religiosas era la vida contemplativa y devota, no la educación o la asistencia social; situación que apenas varió al terminar el siglo XVIII, pero principalmente durante el siglo XIX. Sin embargo, gracias a que desde 1566 el obispo de Popayán había promovido la idea de fundar un monasterio de religiosas para educar a las hijas de los conquistadores, con tal fin donó algunas fincas y bienes que poseía, y en 1591 fue creado el Monasterio de la Encarnación bajo la orden de San Agustín. A éste acudieron durante dos siglos jóvenes herederas de familias importantes, quienes por lo regular eran recibidas como internas a los doce o trece años, con el fin de aprender a leer y escribir, y a coser y desempeñar otras artes domésticas. Éste fue el único establecimiento creado para la educación de la mujer en la Nueva Granada durante el siglo XVII, mientras para varones existían varios seminarios y escuelas en las principales ciudades.
Apenas una minoría de mujeres en la América española sabía escribir bien y acostumbraba a leer; en consecuencia, hubo muy pocas escritoras. Con estos antecedentes, puede entenderse por qué resultan tan excepcionales los casos de la escritora mística madre Josefa del Castillo y Guevara, más conocida como la madre Castillo; de Jerónima Nava y Saavedra, de la Madre Jerónima del Espíritu Santo y de María Petronila Cuéllar o la madre Petronila.La madre Francisca Josefa del Castillo (1671-1742)
Ingresó a los diecinueve años de edad al Convento de Santa Clara, en Tunja. Había sido criada con gran recato y cuidado dentro del mayor encierro posible, como era lo acostumbrado entonces; y en el claustro encontró un ambiente en el que, al igual que en el resto de la sociedad, reinaba el prejuicio contra la instrucción femenina, hasta tal punto, que en el capítulo general de su comunidad se le acusó de haber enseñado a una novicia a escribir. Por eso, tal vez, leyó poco y sólo escritos anteriores a Luis de Góngora (1561-1627). Además de sus versos, Josefa del Castillo escribió su autobiografía en prosa, titulada Mi vida, gracias a la sugerencia de su confesor; y otra obra en prosa, Afectos, en la cual consignó sus sentimientos. Por otra parte, las referencias de sus escritos son todas místicas, no se ocupan para nada del entorno; pues, como lo señaló Rocío Vélez de Piedrahíta en un ensayo sobre esta escritora, para Francisca, Babilonia está en la esquina de enfrente; Nueva Granada no existe y, a pesar de que la obra sobre su vida fue publicada por la Imprenta de la Compañía de Jesús en 1740, que es la primera publicación que se conoce del Nuevo Reino de Granada, entre sus contemporáneos ésta fue bastante desconocida; Mi vida no fue reeditada hasta 1817, setenta y cinco años después de la muerte de su autora, y los Afectos apenas se publicaron en 1839.
La madre Jerónima (1669-1727)
Fue una religiosa clarisa de Santafé y escribió un relato autobiográfico10. La madre Petronila, nacida en Timaná (1761-1814) llegó a ser prefecta, superiora y priora del Colegio de la Enseñanza y escribió un manual para la educación de las monjas de su convento, titulado Riego espiritual para nuevas plantas11.Algunos consideraron que la instrucción de las mujeres haría de ellas mejores madres.
Durante la primera mitad del siglo XVIII fueron pocos los cambios producidos en la educación femenina; uno de los escasos acontecimientos en favor de ella fue la fundación del Beaterio de Cali (1741), en el cual las religiosas, aparte de los oficios piadosos, se dedicaron a instruir a un grupo de niñas. Además, en las monografías y crónicas sobre los centros urbanos del país se encuentran algunas referencias aisladas que señalan que en las principales poblaciones comúnmente se reunía a un grupo de niñas vecinas para asistir a la casa de alguna señora, que les indicaba las primeras letras, les hacía memorizar algo de doctrina cristiana y les enseñaba a hacer lomillo, cadeneta, dechado en punto de cruz y otras costuras; aunque lo usual era que las niñas aprendieran estos asuntos a través de la instrucción recibida en el hogar directamente de su madre. Como en el resto de la América española, durante la colonia los establecimientos, los tutores privados y las maestras seglares, que recibían en su casa un grupo de alumnas durante el día, dedicaban la mayor parte de su esfuerzo a enseñarles a las niñas labores de costura, tejido y bordado —tareas nada fáciles—. Pero lo principal era cultivarles el carácter a través del aprendizaje de la doctrina cristiana, lo cual se lograba con la memorización de preguntas y respuestas del catecismo del padre Jerónimo Ripalda. Además les inculcaban nociones de urbanidad, moral e higiene; es decir, las preparaban para que conservaran las tradiciones familiares y la fe.
Avances de la educación femenina bajo el influjo de la Ilustración
En el virreinato de la Nueva Granada, al igual que en Europa y en las demás colonias americanas, las nuevas ideas de la Ilustración impulsaron la educación, pues ésta se concibió como un medio para alcanzar la felicidad y el progreso. El interés por la divulgación del conocimiento abarcó también al sexo femenino; y, desde mediados del siglo XVIII hasta la Independencia, los primeros periódicos publicados en las colonias españolas incluyeron artículos en los cuales se proponía un cambio en la instrucción de las mujeres, haciéndole eco al argumento, sustentado en Europa, de que así podrían ser mejores compañeras y formar mejores hijos, idea que se mantuvo hasta los primeros decenios del siglo XX.
Más que plantear un contenido similar en la instrucción de ambos sexos, la renovación impulsada por la Ilustración consistió en crear conciencia sobre la necesidad de educar también a las mujeres. Sin embargo, este proceso se dio en forma desigual en las principales poblaciones de las colonias españolas, y cubrió sobre todo a la clase alta, aunque en México y Lima se capacitó también a algunas nativas y a mujeres de bajos recursos.A la luz de las nuevas ideas, se empezó a pensar que las mujeres, aparte de labores manuales y doctrina cristiana, debían aprender a leer y escribir. La ciudad en la cual este proceso se consolidó primero fue México, donde se llevaba un nivel de vida más refinado. Allí, en 1802, 3.100 niñas asistían a 70 establecimientos de diferente índole; en esa ciudad las religiosas de la Compañía de María habían fundado en 1753 el primer Colegio de la Enseñanza que hubo en América, y en 1767 la Confederación Vasca de Nuestra Señora de Aranzazu abrió el Colegio de San Ignacio de Loyola —más conocido como el de las vizcaínas—, planteles que recibían jovencitas entre los diez y los veinticinco años y las educaban dentro de la tradición hispana del enclaustramiento. Durante estos años disminuyó ligeramente en las colonias españolas la tasa de analfabetismo entre las mujeres de las clases acomodadas; para entonces, un mayor número de ellas firmaban al hacer sus testamentos. No obstante, el porcentaje de mujeres instruidas era relativamente bajo comparado con el de los varones, quienes desde tiempo atrás estaban recibiendo educación.
En el caso de Santafé de Bogotá, el renacimiento cultural experimentado en la época de las reformas borbónicas afectó a un selecto grupo de mujeres, entre quienes se destacó Manuela Sáenz de Santamaría de González Manrique. Ella, naturalista y literata, conocía el latín, el italiano y el francés; y fundó la tertulia del Buen Gusto, a la que asistieron personajes que más tarde se destacaron en el período de la Independencia y en la vida política de la nueva república, entre ellos: Frutos Joaquín Gutiérrez y su hermano José María, Camilo Torres, Manuel Rodríguez Torices, Custodio García Rovira y Miguel Pombo. En aquellos años, el influjo francés, con su refinamiento y elegancia, empezaba a transformar algunas costumbres sociales del virreinato. Comenta el historiador Gonzalo Hernández de Alba que: a pesar de sus limitaciones económicas Santafé quiso vivir la vida de una corte [...] se produjo entre sus más destacados habitantes una mayor ansia de lujo, un claro deseo de acomodarse a la vida de la nueva moda francesa llegada a través de Madrid y traída por los virreyes y sus familiares.
En las casas más elegantes, la rústica cal de las paredes se cubrió con papeles de flores traídos de París, los saraos o veladas sociales se hicieron más frecuentes y las fiestas públicas se celebraron con mayor pompa.
La política ilustrada de los Borbones estimuló en el virreinato de Nueva Granada la idea de crear escuelas públicas controladas por los cabildos de villas y ciudades, aunque, debido a la falta de fondos y de maestros, dicho propósito no llegó a realizarse. Una de las escuelas públicas que al parecer fue abierta entonces en Santafé de Bogotá recibía niñas pobres y era manejada por una beata que vestía de hábito de la Comunidad de Santo Domingo.En vísperas de la Independencia, se destacó por la labor realizada en favor de la instrucción femenina la santafereña Clemencia de Caycedo y Vélez (1707-1779); quien, después de la muerte de su único hijo y de su primer esposo, y con la aprobación de su nuevo cónyuge, Joaquín de Aróstegui y Escoto, dedicó desde 1765 su esfuerzo y sus bienes a fundar un convento destinado a darles educación cristiana a niñas pertenecientes tanto a los altos como a los bajos estratos de la sociedad. En aquellos años, para fundar un convento se pedía asesoría al obispo de la diócesis, quien se reunía con el grupo de aspirantes, las ayudaba a escoger las normas y el hábito y designaba a una de ellas como priora. Pero Clemencia de Caycedo quería fundar un convento diferente, así que escribió a la superiora de la Orden de Nuestra Señora del Pilar —más conocida con el nombre de La Enseñanza—, comunidad que su esposo había tenido oportunidad de conocer en España y que había sido fundada en 1607 por Juana de Lestonnac en Francia, con asesoría de los jesuitas, deseosos de contrarrestar el avance del calvinismo; en España esta comunidad abrió el primer convento en 1650. El trámite de la real cédula para proceder a la fundación de dicho convento tardó cuatro años. Clemencia de Caycedo tuvo que gestionar el consentimiento de las autoridades seculares y eclesiásticas locales, incluido el del virrey Messía de la Zerda, para luego poder presentar la petición ante el Consejo de Indias. Finalmente, el 8 de febrero de 1770 obtuvo el permiso; y, según lo refirió el periodista Manuel del Socorro Rodríguez en Santafé de Bogotá, al conocerse la noticia de la aprobación en España hubo toda clase de murmuraciones y la gente se dedicó a ridiculizar con groseros comentarios un designio tan pío y religioso. Se preguntaban qué necesidad tenía una dama de aprender a escribir y les parecía que más bien debía aprovecharse esa donación en favor de niñas pobres, de huérfanas o de viudas de buenas familias.
La autorización se concedió por real cédula del 8 de febrero de 1770. La benefactora, al enterarse de la aprobación, inició la construcción de la sede del convento; para lo cual dispuso de las ganancias producidas por la explotación de una mina de oro situada en Chaparral y de una hacienda vecina, con ganado y plantaciones de cacao, pues, fuera de que no tenía descendientes, contaba con una considerable riqueza, heredada de su padre y de su primer esposo. Pero se presentaron otras dificultades, pues la real cédula no señalaba casa fundadora. Hubo que solicitar a Zaragoza el envío de dos religiosas. Cuando murió doña Clemencia, nueve años más tarde, en 1779, la construcción del convento no había sido terminada. En abril de 1783 fue inaugurado el colegio, con 75 alumnas distribuidas en dos secciones: pensionado y externado. Un mes después hicieron sus votos las diez primeras granadinas que tomaron el hábito con el propósito de dedicar su vida a la educación femenina. Con el fin de promover el convento, fueron colocados veinticinco carteles en las puertas de las iglesias y ermitas de la ciudad. No obstante las habladurías, la iniciativa fue bien acogida; trece años después eran ya treinta y siete religiosas, veinticuatro colegialas internas y doscientas niñas pobres que asistían a la escuela del convento. El internado tenía un ambiente hogareño, donde lo principal era la formación moral. Los estudios duraban seis años, las alumnas usaban uniforme y estudiaban de ocho a once de la mañana y de tres a cinco de la tarde, todos los días, excepto los festivos. Aprendían religión, aritmética, lectura, escritura y labores "propias del sexo femenino".

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